Aquellos que fueron deportados encuentran trabas burocráticas para volver a estudiar…
Por Gardenia Mendoza, La Opinion Julio 5, 2015
MÉXICO.- “Somos de aquí y somos de allá”, dijeron los 29 jóvenes “dreamers” representantes de miles de latinoamericanos que crecieron en dos culturas para anunciar a coro la creación de la Red Solidaria Transfronteriza de Jóvenes Activistas Migrantes, después de tres días de análisis en el Instituto Mora, de la Ciudad de México, y muchos años de tragos amargos.
Al final de cuentas, concluyeron, el corazón puede sentir lo que le dé la gana. Y el de ellos se siente un poco “mexicano” o “latinoamericano” y otro poco estadounidense.
Así que, por qué no exigir sus derechos en ambos lados, en sus países de origen, de tránsito, destino y retorno con un grito contundente contra la indiferencia.
“Queremos tener una identidad, acceso pleno al empleo, a la salud, a la educación y que se nos respete como ciudadanos de dos culturas”, dijo Nancy Landa, una de las activistas organizadoras, nacida en el Distrito Federal, criada en Los Ángeles durante 20 años y deportada poco antes de la aprobación de la Acción Diferida (DACA).
DACA, fue una medida promovida por el presidente Barack Obama a favor de los muchachos que llegaron sin documentos a Estados Unidos cuando eran niños que permite trabajar o estudiar, pero no garantiza la ciudadanía y en cualquier momento podrían sufrir un revés. “Los dreamers allá deben estar conscientes de lo que pasa aquí porque pueden sufrir lo mismo por lo que hemos pasado nosotros”, alertó Landa.
¿Sabes lo que es querer cambiar al mundo, a tu país, y que te limite un trámite burocrático?, pregunta Patricia Ruiz, graduada en Artes y Humanidades por la Universidad Nacional Hispana, en California, a quien le costó tres años que una universidad en México le abriera las puertas para una maestría por tanto requisito para la revalidación de estudios.
“Ve y arregla tus cosas con la SEP y luego vienes”, le dijeron a Ruíz en la Universidad Iberoamericana; a Landa, le fue más fácil hacer una maestría en Reino Unido que en su propio país.
La Secretaría de Educación Pública exige tantos documentos para reconocer los estudios en el extranjero que las universidades prefieren rechazar a los dreamers en automático. Por citar un ejemplo: el acuerdo “268” exige que el 75% de las materias cursadas en el extranjero a nivel licenciatura sea compatible con las que se imparten en las universidades públicas del estado donde se desea ingresar y eso nunca ocurre.
“Están cerrando la puerta a jóvenes inteligentes capacitados, bilingües, biculturales y que aman sus dos patrias, ¡es increíble”, dijo Ruíz.
Y no sólo las puertas de las escuelas, sino del mercado laboral: un carpintero que trabajó 20 años como indocumentado simplemente no puede tener un documento que de fe de sus habilidades porque no hay constancia de su trabajo.
Por ello, una de las primeras acciones de la Red Solidaria Transfronteriza es impulsar un diálogo permanente con las autoridades. La mañana del viernes pasado tuvieron un primer encuentro con funcionarios de la SEP y la cancillería, pero es sólo el comienzo. “En México no hay ninguna institución que concentre la problemática migratoria y hay que tocar puerta por puerta”, alerta Landa. “En México ni siquiera hay quién atienda la salud psicológica de un retornado”.
Sin cifras
México no cuenta con instrumentos de medición que capturen y visibilicen datos precisos y características de los migrantes de retorno, pero se estima que desde el 2005, de los más de 1.4 millones de individuos que han regresado, aproximadamente 500,000 son jóvenes de entre 18 y 35 años y 700,000 son niños estadounidenses de origen mexicano.
Maggie Loredo
Después de vivir 18 años en Georgia, Maggie volvió a México sin saber que en San Luis Potosí, donde se mudó, pronto se sentiría tan rechazada como en Estados Unidos. “Tuvieron que pasar cinco años para que yo pudiera continuar con mis estudios (Administración de Empresas Turísticas) porque es muy difícil revalidar los estudios”, cuenta.
“Aquí he sentido discriminación de muchos tipos y al final me di cuenta que no puedo cambiar que el inglés sea mi primera lengua como no puedo cambiar que mi sangre sea mexicana”.
Edna Monroy
Nacida en Iguala, Guerrero, emigró a los 12 para reunirse con su familia en Westmont, desde impulsó sus estudios hasta graduarse con honores en la UCLA, en 2007. En su primera visita a México (gracias a DACA) se unió a la Red Solidaria Transfronteriza con miras a ser una de las voces más activas de la realidad binacional en EEUU a su regreso.
Angel Arce
“Go to your country”, le decían a Ángel antes de volver a Jalisco, la tierra donde nació y emigró cuando tenía nueve. Y cuando por fin volvió, obligado por su condición de joven indocumentado, se dio cuenta que México tampoco era su país.
Supo, entonces, que la única forma de sentir pertenencia sería poner un pie en la frontera sur y otra en el norte, “un pie aquí y otro allá, ese soy yo y voy a luchar porque se me reconozca en los dos lados”.