Por Primitivo Rodríguez Oceguera ~ Ciudad de Mexico ~ 20 de Julio 2018
En la región fronteriza se juegan temas de gran valor estratégico para la relación que establecerán el virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador y el presidente Donald Trump: inversión, comercio, drogas, migración y terrorismo. Ahí pueden materializarse grandes acuerdos bilaterales, o un duro enfrentamiento entre ambos gobiernos: “La Patria es primero” de López Obrador vs “América primero” de Trump.
De entrada, el panorama anuncia un fuerte choque político. Trump y los republicanos necesitan el sometimiento claro y público de López Obrador, o bien, fuertes y repetidos golpes a México y sus migrantes, a fin de ganar en las elecciones intermedias del próximo noviembre.
Por otra parte, López Obrador enfrenta retos cruciales a sus promesas de campaña, a su legitimidad, en el trato con Estados Unidos, por ejemplo, recuperar la dignidad de la nación, aplicar los principios de política exterior establecidos en la Constitución, poner término a la guerra que destroza al país, defender a la diáspora mexicana, y respetar los derechos de migrantes indocumentados en tránsito a Norteamérica.
Por más de un siglo, la frontera se distinguió como región de paz. A diferencia de los imperios europeos, Estados Unidos llegó a ser potencia mundial en el siglo XIX y primera potencia después de la Segunda Guerra sin tener que preocuparse de amenazas a su seguridad por parte de sus vecinos. Ni México ni Canadá presentaban riesgo alguno.
Sin embargo, esta privilegiada situación inició un cambio radical en 1986 al aprobarse la ley migratoria estadounidense conocida como IRCA, la cual incluyó entre sus pilares básicos el control fronterizo, mismo que adquirió carácter de seguridad nacional con los levantamientos armados que tuvieron lugar en Centroamérica durante los años 80 y 90 del siglo pasado, la intervención militar de Estados Unidos en esa región, y el flujo masivo de refugiados hacia el Norte.
Por otra parte, en 1993 el presidente Bill Clinton inauguró el “cierre” de la frontera con México a través, entre otros medios, de la construcción de un muro que nos marcaría desde entonces como un peligro a la seguridad estadounidense, no obstante que en ese mismo año Canadá, Estados Unidos y México firmaban el histórico Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Los actos terroristas que ocurrieron en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 consolidaron la visión de Washington sobre la frontera con México como zona prioritaria en las estrategias de seguridad. Tocó a la Iniciativa Mérida, firmada en 2007 por los presidentes George W. Bush y Felipe Calderón, institucionalizar la guerra contra el narco, la migración indocumentada y el terrorismo, haciendo de la frontera común la zona de mayor importancia en la protección de ambos países.
Ello no obstante, después de una década de guerra, la violencia y el deterioro de la calidad de vida se agudizaron en el norte de México, lo que explica, en buena medida, el éxito electoral que ahí alcanzaron Morena y su candidato presidencial.
López Obrador ha hecho historia con el arrollador triunfo obtenido en las elecciones del 1 de julio. Con todo, si busca un lugar en la historia, similar al de Benito Juárez o Lázaro Cárdenas, como lo ha dicho, tiene servida en charola de plata la oportunidad de lograrlo. En un mensaje a la nación, por ejemplo, podría dar a conocer que la relación con Estados Unidos se dará sobre la base de tres ejes básicos: política exterior de acuerdo a lo establecido en la Constitución; fin a la inútil y contraproducente guerra que ha devastado al país, considerando a las drogas un problema de salud, no de seguridad nacional; y declarar a México tierra de refugio para quienes huyen de la violencia y persecución en Centroamérica, dando a la vez permisos de tránsito a quienes busquen asilo en Estados Unidos.
De hacer algo así, López Obrador ganaría un amplio y sólido respaldo a su gobierno por parte de la sociedad, incluyendo a la diáspora mexicana, y de la comunidad internacional. Habría por igual fuertes costos, como los hubo en los tiempos de Juárez y Cárdenas, pero a la vez, grandes beneficios inmediatos y a largo plazo para la nación y su pueblo sin fronteras.